lunes, 10 de mayo de 2010

¿ALGUIEN LES HA DICHO A LOS COMENTARISTAS DE TV AZTECA QUE NO SON GRACIOSOS?

¿ALGUIEN LES HA DICHO A LOS COMENTARISTAS DE TV AZTECA QUE NO SON GRACIOSOS?

Desde hace tiempo he criticado a los comentaristas de TV Azteca por la falta de profesionalismo que tienen a la hora de transmitir los partidos, en especial cuando la selección (por no decir decepción) mexicana juega. Y es que a la menor provocación denigran a cuanto jugador extranjero pueden y en especial a los de color.

Estoy de acuerdo que hay chistes de humor negro y que soy uno de los que los cuenta, pero lo que hace el “señor” Luís García raya en lo denigrante, pero ¿cómo se va a dar cuenta si sus patiños le celebran todo?

TV Azteca dice tener una señal con valor, pero ¿denigrando otras culturas forman valores?, ¿insultando le enseñan a la gente a ser tolerantes?, ¿haciendo comentarios racistas impulsan a la sociedad a ser mejores día con día con la gente que viene del extranjero?, ¿a caso criticando la vestimenta de la gente que está en Estados Unidos y que va a ver un partido de su “decepción” ya se creen dueños del buen gusto?

Sinceramente qué puedo esperar de una televisora que promueve el esoterismo y santería sin acaso tomar en cuenta a la ciencia (dos ejemplos, los programas “extranormal” para tratar temas “paranormales” y “a cada quién su santo” una buena dosis de conformismo al pueblo cortesía de las clases altas y del muy cuestionable clero mexicano, ¿cuántos programas de divulgación de la ciencia tiene TV Azteca?,); de una televisora que hace unos programas de revista nefastos; de noticieros donde dicen “bueno, es cosa de científicos” (cito a Jorge Zarza cuando la NASA informa que el eje terrestre de la Tierra se movió 8 cm. a causa del terremoto en Chile, sin siquiera tratar de explicar el por qué de este suceso), de noticieros donde la nota amarilla y roja es lo primero que ponen, tergiversando muchas veces a realidad ; ¿qué puedo esperar de una televisora que contrata a “periodistas serios” como Laura Bozo que ante el desastre en Chile, decía que había que ver qué le sucedía a la Tierra para que estuviera temblando?

Me da coraje saber que una televisora tan patética inunde de excremento la cabeza de la gente, no sólo de México sino que de otras partes de América.

Por mi parte, ya he empezado a poner mis granitos de arena, uno al escribir esta entrada y segundo al no ver más TV Apesta… perdón TV Azteca.

Lástima por todos aquellos que se tienen que disfrutan escuchar los desagradables y deleznables comentarios de Martinolli, García y Marín, reflejo de una televisora, pero cada quién sus gustos.

martes, 13 de enero de 2009

Viaje A San Juan Diquiyú, San Juan Raya y Tepexi de Rodríguez

Parecía mentira que apenas un mes antes, estaba platicando con mis amigos del salón y de tercero acerca del viaje, “¿cómo irá a estar?”, preguntaba, a lo que ellos me decían, entre otras cosas, “va a estar bien chido”.

Ya había escuchado diversos comentarios acerca del profesor Armando (que era muy regañón, que traía a todos en friega, que no dejaba descansar en el camión, que te perdía en medio de la nada con sólo una brújula, un mapa, un GPS y tu alma para que llegaras a un punto determinado, etc.), comentarios que en parte me desalentaron, pero que mi salvaje que llevo dentro se encargó de abofetearme y decirme: “no seas tonto, eso es lo que andabas buscando, además, querías sufrir ¿no?”.

Durante esa semana, recuerdo haber oído a mis compañeros comentar, “¿dónde salen más baratas las botas?, ¿ya tienes todo tu material?, ¿qué te falta por comprar?”, y muchas otras cosas. A mi me daba risa todo eso, no es que tenga mucha experiencia en campamentos, pero siempre es bueno recordar aquel viejo dicho que versa: “Más vale prevenir que lamentar”. Siempre son insoportables las horas de espera antes de un suceso importante.

Cuando llegué a la escuela, esa noche, sentía mariposas en la panza, quería subir tan rápido como fuese posible al camión, quería sufrir las largas caminatas que con tantas ansias me habían platicado… quería ser parte de algo importante.

Después de mucha espera, llegaron los camiones, y con ellos los primeros problemas: las cosas no cabían en el maletero, había que sacar cincel, marro, libreta, etiquetas, bolsas, etc. de las mochilas que ya habían sido acomodadas y por último completar el dinero del pasaje.

Una vez que partimos, las cosas se normalizaron, el camino estuvo tranquilo, lo único que lo modificó mientras íbamos a tomar la autopista, fueron algunas paradas y el aroma del baño que nos acompaño casi todo el camino. De ahí en fuera, no hubo novedad en el frente.

Tengo una extraña costumbre cuando voy en la carretera, y es que mientras los demás duermen, me pongo a ver el exterior por la ventana, sin importar la hora, si hay o no hay luz. En éste caso, el paisaje era bañado tenuemente por la luz de la luna, que en el cenit, emanaba esa amable y cálida luz, acompañada por una que otra estrella tímida que se dejaba mostrar y algunas estrellas fugaces que corrían alegremente por el limbo.

San Juan Diquiyú, Oaxaca

No recuerdo en que momento haberme quedado dormido, lo único que se es que me encontraba sólo en mi asiento, mientras todos seguían durmiendo, salvo Niño y uno que otro despistado que ya habíamos despertado, esperando ver el paisaje y el amanecer, que minutos antes ya había empezado a acontecer.

Horas después de haber pasado por Huajuapan de León llegamos a nuestra primera parada oficial de trabajo, que sería en el Río Santa Catarina. Ahí descendimos a hacer el primer muestreo y a estirar las piernas.

El río, calmo y bajo, nos dejó hacer el muestreo de manera rápida, pero a la vez calmada. En un descanso, el profesor Armando nos pidió que le mostráramos las rocas que habíamos tomado para poder clasificarla y así tener una referencia del tipo de rocas que conformaban el terreno y los procesos de formación y transformación al que había sido sometido el terreno.

Una vez terminado el recorrido por esa parte del río, regresamos a los camiones para poder dirigirnos hacia un punto más alto y segur haciendo el muestreo.

No creo que sea necesario decir que el muestreo tuvo casi los mismos resultados que el anterior, salvo que en éste tuvimos que caminar durante varias horas y estar marcando los puntos con un GPS, pasando por agrestes e inhóspitos lugares, donde quedarse atrás significaba quedarse sólo y no poder escuchar las indicaciones que el profesor Armando daba.

Durante horas caminamos hacia lo desconocido, marcando puntos, muestreando, admirando algún fósil de ojas que se encontraban en las rocas, ubicándonos en el mapa y descansando por pocos minutos, hasta que el profesor nos dijo: “Descansen aquí, ya saben como llegamos, ahora les toca a ustedes regresar a los camiones, Ya saben usar los GPS y los mapas, y espero que no tengan problemas para llegar. De ustedes depende que tanto quieran descansar. Ahí se ven”. Y sin más miramientos nos dejó, a algunos descansando y a otros lanzando piedras a un pequeño estanque para así mojar a los que estaban al otro lado.

Después de habernos repuesto, comenzamos a caminar, otra vez pero ahora lo hacíamos con prisa, ya que estaba pronto a anochecer y lo que menos queríamos era quedarnos en el río por más tiempo. Juro que odié en ese momento al profesor.

En un cruce de caminos, nos encontramos al profesor Armando y nos felicitó por la rapidez con la que llegamos a ese punto. Pero esa no fue la única sorpresa que recibimos en ese momento, detrás de nosotros iban unos compañeros de tercero y el profesor Roberto que horas antes, se habían quedado atrás atendiendo a una compañera que se había torcido el pie en una bajada (después, en la escuela, nos enteramos que se había hecho una fisura en el tobillo y en la pierna). Todo el grupo estaba reunido de nuevo

Recuerdo haber platicado con mi amigo Jesse, durante nuestra jadeante caminata final, sobre el paisaje que teníamos frente a nosotros y la noche que se encontraba sobre nuestras cabezas y cómo había sido la complicada vida de los primeros hombres en lugares tan inhóspitos como ese. Cansados y magullados llegamos al camión

Habiendo descanso unos minutos y tomado agua para reponernos, continuamos con la práctica, así que alistamos la ropa para llevarla al pueblo.

Iniciamos la siguiente caminata cobijados por un manto estelar indigno para la vista de cualquier mortal. Miles de estrellas marcaban la inmensa bóveda celestes.

No necesitábamos las luces de las lámparas para mirar el camino, parecía que lo conocíamos de memoria. Mientras miraba hacia el infinito recordé a la Doctora Julieta Fierro que en alguna clase que tomé con ella, nos dijo, a los alumnos que estábamos escuchándola, que en el futuro el cielo sería más brillante porque nos llegaría la luz de estrellas mucho más lejanas. Por una parte me sentí contento por ver ese maravilloso espectáculo, y por otra parte me sentí insignificante ante la inmensidad que caracteriza a la bóveda celeste.

El tiempo que caminamos hacia el pueblo no importó, porque una vez ahí todos aprovechamos para comprar víveres (entendamos por víveres a la comida chatarra, refrescos, cigarros, pan, agua, etc.) y pasar al baño en una pequeña tienda que estaba a las afueras de la población.

El regreso a los camiones fue igual de tranquilo y con la misma vista privilegiada, pero a la hora de llegar nos llevamos la grata sorpresa de que los que se habían quedado ya estaban poniendo sus casas de campaña.

Creo que tecolotlacatl y los profesores Armando y Roberto nos habían jugado una pala pasada, ya que el lugar donde acampamos estaba lleno de piedras que nos impedían clavar bien las alcayatas para mantener bien sujetas al suelo las casas de campaña, lo que nos dificultó mucho la instalación. Tengo que agradecer a mi compañero Niño que me apoyara a poner mi casa de campaña, al que regañé varias veces porque, por momentos breves, me dejaba sólo y sin luz.

Dejando atrás los ínfimos problemas, la mayoría de mis compañeros se metieron a sus casas de campaña, así que decidí ir, junto con a “enchinchar” a mis camaradas de tercero.

El recibimiento que recibí por su parte no lo puedo olvidar, tal cual nos vieron nos saludaron y nos invitaron a comer junto a ellos unos deliciosos tacos de bisteques, chorizo y nopales. Debo de ser sincero, me sentí un poco apenado de comer con ellos, ya que no cooperé con ellos para la comida, sólo los apoyé con un poco de café y azúcar.

Después de comer y de dar nuestras reseñas y puntos de vista sobre el viaje, los profesores Armando y Roberto nos felicitaron por como nos comportamos y lo bien que habíamos trabajado, además nos dieron la indicaciones para las actividades del día siguiente.

Terminando la pequeña reunión todos nos despedimos y nos dirigimos a nuestras respectivas casas de campaña. Para ese momento la luna ya impedía ver las estrellas y nos iluminaba el paisaje.

Durante un rato Jesse y yo platicamos sobre asuntos personales que están, por demás, fuera de contexto en ésta narración.

Cuando entré a mi casa de campaña ví a mis colegas Miguel y Niño dormidos apaciblemente descansando de la titánica caminata a la que habíamos estado expuestos. Sigilosamente me acomodé en mi bolsa de dormir y me puse a escuchar un poco de música, la cual no tardó en arrullarme.

Desperté muy descansado, aunque juro que me faltaron muchas horas de sueño para reponerme completamente, pero lo que realmente me despertó fue el frío que hacía (durmiendo sólo con paños menores, a cualquiera le daría frío).
En poco tiempo y con la ayuda de Miguel y Niño, desarmamos y guardamos la casa de campaña y nos subimos al camión.

Ya todos arriba y con cara de zombis, nos disponíamos a dormir un rato más, pero ¡oh, sorpresa!, el camión se detuvo y tuvimos que bajar para hacer una marca más en el GPS, identificar, definir y dar características de las curvas de nivel, mostrarnos lo que es una cuenca y definir en los mapas el tamaño de la cuenca en la que se encontraba San Juan Diquiyú.

San Juan Raya, Puebla

Durante el camino hacia San Juan Raya, nuestro segunda parda oficial, nos detuvimos en Huajupan de León para desayunar o bañarnos. Mi desayuno y el de Jesse consistió en 2 quesadillas (en Oaxaca, lo había olvidado, te dan las quesadillas en tlayuda y no tortilla normal) y un licuado de avena. Con tiempo de sobra, lo único que hicimos fue lavarnos los dientes en el camión y platicar con los que ya se habían bañado de lo que s e perdieron en la noche (fuimos pocos los de primer semestre los que comimos con los de tercero la noche anterior).

Habiendo pasado la hora que nos dieron para hacer lo que quisiéramos, partimos hacia San Juan Raya.

Cualquiera que no esté acostumbrado a viajar, aprovecha cualquier momento para descansar, pero con el profesor Armando, no es así. Como el iba cuidándonos, nos puso a hacer un reporte de lo que íbamos viendo por la ventana del autobús, entre ellos los tipos de rocas y cambios de clima. Era gracioso vernos a todos apuntando y preguntándonos sobre el nombre de los poblados por los que pasábamos. En una ocasión el Profesor Armando levantó a algunos dormidos y les advirtió que a la siguiente que los viera “echándose una pestañita” no los iba a despertar, pero les tomaría fotografías para ponerlas en las computadoras de aula de cómputo de geografía.

Súbitamente hicimos una parada en el límite de Oaxaca y Puebla. Ahí nos detuvimos para ver algunas biznagas, opuntias, un alacrán, hacer muestreo y para que regañaran a los de tercero por no haber hecho su reporte.

Terminada la escala subimos de nuevo a los camiones para proseguir nuestro camino hacia San Juan Raya.

Agrestes y sitibundos lares nos recibían con sus órganos y arbustos. El paisaje es muy parecido a la Sierra Gorda en Querétaro, como dice José Carlos Ruiz en el cortometraje Benjamín: “Aquí sólo se dan piedras pa’ aventar pa’riba”.

En San Juan Raya pasamos por un pequeño camino de tierra que atravesaba una parte de la árido paisaje y, cuando menos nos lo esperábamos (algo que no nos sorprendía ya) nos detuvimos y descendimos del camión.

“Muchachos, lo que vamos a hacer es considerado un delito federa. Hasta el momento, sólo en dos ocasiones nos han detenido la gente del pueblo y nos han pedido que dejáramos los fósiles. Esperemos que en esta ocasión no suceda. En caso de que nos agarren, tengan dinero a la mano por si hay que “ayudar al pueblo””, el profesor Armando había sido claro con nosotros la noche anterior.

Caminamos algunos metros cuando el profesor nos dijo que abriéramos los ojos muy bien, porque los fósiles los encontraríamos en el lecho del río, entre rocas y aunque no nos diéramos las mismas rocas eran fósiles.

Todos caminábamos con la cabeza gacha, viendo hacia el suelo, escrutando cada milímetro cuadrado, unos más cautelosos que otros, pero con mucha dedicación para tener en nuestras manos un “trofeo” que databa de millones de años de edad y que sólo unos cuantos pueden poseer.

“Yo no me voy de aquí hasta que no me lleve mi dinosaurio” varios bromeábamos simplemente para ocultar nuestra frustración por no encontrar algún fósil.

“Encontré uno” escuchábamos a lo lejos y todos corríamos a ver el fósil. Eran preciosos, cónico i alargado, no más grande que una uña, parecía que había sido tallado por las manos más hábiles, como las de un cirujano o un platero, soberbios trazos lo adornaban. Es una de las expresiones de belleza natural más exótica que uno podía ver.

Poco a poco todos nos concentramos y aguzábamos la vista. De la misma manera, las caras de mis compañeros se llenaban de alegría al ir encontrando los fósiles.

Los fósiles variaban de tamaño, desde los más pequeños que no superaban el tamaño de una uña del dedo meñique hasta algunos tan grandes que alcanzaban el tamaño de un pequeño buró, con cientos de fósiles incrustados en ella.

La recolección no duró mucho tiempo. “píquenle carnales, ya no sigan recogiendo nada, caminen rápido y busquen a Armando” algunos dijimos con voz nerviosa. Detrás de nosotros caminaban entre cinco o seis hombres de entre 25 y 40 años de edad con grandes sombreros desalma y, algunos de ellos, con machete.

“Muchacho, las piedras no se levantan, déjala” uno de los hombres le advirtió a Miguel al que habían visto flagrantemente recoger un fósil. Sin decir más se adelantaron.

Minutos más tarde, dejando hermosos fósiles de gran tamaño atrás, alcanzamos a los hombres que ya habíamos visto antes platicando con el maestro Armando. “¿Qué pasó?” le pregunté al profesor Roberto que me contestó con un ligero “se están arreglando entre ellos”.

Pasaron algunos minutos de tensión, hasta que el profesor Armando nos dijo que los hombres que estaban ahí nos iban a dar un recorrido como el que le daban a los arqueólogos. Noté, al igual que algunos de mis compañeros, que la cara de los profesores se llenó de frustración.

“El recorrido que les vamos a dar no va a seguir por el cause del río, así como no vamos a regresar por donde estamos”. La maldición de algunos de mis compañeros no se hizo esperar; muchos de ellos habían escondido sus fósiles de gran tamaño en arbustos, para que al regreso los tomaran y así evitarse cargarlos en vano.

Caminamos un buen rato, hasta que nos detuvieron para repasáramos a ver las huellas de un dinosaurio. Nos reunieron en equipos de 5 personas, y para variar estuve en un equipo con mis amigos de tercero y Jesse.

Cuando pasamos a ver las huellas lo primero que hicimos fue, además de sorprendernos, tomarle fotografías y escuchar y hacer preguntas, al guía que nos habían asignado, sobre el origen y la pertenencia de la huellas.

Después de ver las huellas seguimos caminando por alguna ruta alterna. He de confesar que tuve miedo de que nos detuvieran y nos hicieran vaciar nuestros bolsillos. Mis miedos fueron infundados. Caminamos por parajes áridos, entre patas de elefantes y palmas, avanzamos.

Cuando llegamos a un camino unas camionetas pasaron por nosotros, pero no fueron suficientes, así que las mujeres y algunos vivos se subieron a ellas y partieron hacia el pueblo. Los hombres que nos quedamos al resguardo del profesor Roberto caminamos por aquel camino cerca de ningún lado contiguo a ningún lugar, haciendo ameno el rato con algunos chistes de todos tipos y colores, desde los más blancos hasta los más negros y sórdidos. Después de mucho rato las camionetas regresaron por nosotros. El paisaje tomó un tinte místico debido al atardecer que cobijaba todo so el cielo.

Ya entrada la noche llegamos al pueblo de San Juan Raya. Es difícil imaginar cómo es que la gente sobrevive en lugares tan desolados y pobres como ese. Uno escucha que hay pobreza en México, pero no se imagina como están hasta que los ve.

El recibimiento que tuvimos fue similar al que tienen los héroes cuando llegan a su tierra natal, la señora de los tacos acabó en pocos minutos con su venta, la gente de los juegos mecánicos hizo su agosto con nuestra llegada, la gente que vendía sus artesanías también pudieron recibir un ingreso más alto gracias a las compras, y el museo obtuvo entradas extras gracias al grupo.

Habiendo descansado y saciado nuestras necesidades básicas, las camionetas nos llevaron a los camiones. El cielo no fue tan espectacular como el de San Juan Diquiyú, pero las estrellas se veían muy bien, tanto así que realizamos una observación astronómica en equipo y para variar me volví a juntar con los de tercer semestre (parece que vivo pegado a los de tercer semestre y a Jesse).

Durante la observación una señora muy humilde se nos acercó con un niño para que le compráramos sus artesanías y ante nuestra negativa, nos pidió que se las cambiáramos por alimentos, a lo cual nos negamos penosamente. La señora se apartó de nosotros. Pensé hacia mis adentros la porquería de raza que somos, y recordé porque una de las razones por la cual siento cierto desprecio y asco por la raza humana.

Habiendo terminada la observación (con una fallida participación por parte de mi equipo), nos dirigimos a los camiones para partir hacia nuestro destino final en la bitácora, Tepexi de Rodríguez.

Tepexi de Rodríguez, Puebla

En cuanto partimos de San Juan Raya, y al no haber mucho que ver por la ventana por la falta de luz, muchos aprovechamos cada minuto muerto para descansar.

“Los que quieran bajar pueden hacer para ver y sí quieren comprar algo pueden hacerlo” la voz melodiosa voz imperativa del profesor Armando y las luces del camión nos despertaron.

Fue gracioso ver a los compañeros de tercero que bajaron adormilados con mazo y cincel para hacer un muestreo, y al ver que nos habíamos detenido para ver una tienda de artesanías de onix, algunos (los más concientes) vociferaron, mientras que los más dormidos regresaron al camión.

La mayoría de los que se quedaron en la tiendita compraron como locos las artesanías (como si no llevaran suficiente peso de más). Yo sólo compré una virgen de onix que me habían encargado y un dominó. Reanudamos nuestro camino y de nuevo la mayoría nos quedamos dormidos.

Cuando llegamos ya era demasiado tarde y en vez de instalar nuestro campamento, nos quedamos a dormir en los camiones.

No podía dormir, así que bajé, junto con mi compañera Elsa, a estirar las piernas. Caminé hacia la parte de atrás de los camiones y me encontré con mis compañeros de tercero, cenando atún con la alegre música de una serie de navidad. Sin pensarlo me fui con ellos.

Platicamos un buen rato sobre nuestras impresiones del viaje y todo lo que les había acontecido y lo que nos esperaba, además de los planes que tenían para la comida que habían comprado en Huajuapan de León, la cual dudaban poder cocinar. Al final todos concordábamos que lo más pesado ya lo habíamos pasado. Nuestra plática fue tan escandalosa que el profesor Roberto bajó del camión para callarnos. Cuando ya no hubo más que platicar nos despedimos y ascendimos a los camiones para dormir.

Nos despertaron muy temprano para seguir con nuestra jornada y después de haber pasado al baño del museo de sitio, nos dirigíamos a la cantera de Tlayúa para hacer de recolección de muestras y extracción de fósiles, (tarea un tanto difícil ya que sólo podíamos buscar entre los retazos de cantera). A lo mucho que encontramos fueron pequeñas grietas con escurrimientos. Sin nuestro “dinosaurio” y con un poco de decepción caminamos cuesta abajo para regresar a los camiones.

Llegamos a un lugar donde se podían ver unas enigmáticas huellas. ¿Qué pasó ahí?, ¿A quién pertenecían?, Nuestra tarea era deducirlo. Caminamos sobre las huellas, las medimos, hicimos mapas mentales y casi no pudimos sacar muchas conclusiones. Al final supimos que se trataban de una manada de camélidos de dos pesuñas que fueron, tal vez, casados por felinos de gran tamaño. Algunas de las huellas se dirigían hacia dos lados distintos, lo cual, tal vez, explicaba que habían ido a ese lugar a tomar agua, y al ser atacados emprendieron la huida.

Después de nuestra muestra de habilidades deductivas regresamos hacia el museo para ver los fósiles que tenían y para pasar a los baños.

Los camiones llegaron y ascendimos, sin pensarlo mucho, a ellos. Era hora de regresar a la Ciudad de México.

Rumbo al Distrito Federal

Creímos que se había acabado la práctica, que ahora si podíamos descansar todo el camino a la ciudad. Pero la vida no siempre es justa, teníamos que seguir haciendo nuestras observaciones y apuntando todo lo que veíamos, recolectando información sobre los cambios de clima, de vegetación y las rocas que veíamos en el camino. Cuando llegamos a la autopista, las rocas sólo eran de Basalto. Entramos a territorio volcánico.

Nos detuvimos en una gasolinera de puebla para comer algo y poder estirar las piernas. Mis compañeros fueron a comer a los restaurantes, yo simplemente me quise quedar solo para asimilar todo lo que había visto en el viaje, quería descansar de mi mismo y guardar mi espíritu salvaje para que se recuperara para su siguiente salida.

Subimos al camión otra vez para hacer la última parte de nuestro regreso. Aquel que se durmiera era fotografiado por el profesor Armando. Algunos de mis compañeros fueron captados flagrantemente “haciendo hebra”. El lente fotográfico no miente (espero no haber sido tomado mientras “descansaba” los ojos).

Aunque no teníamos que apuntar lo que veíamos en el exterior, tuvimos que hacer dos reportes de dos películas que nos proyectaron en el camión, aunque el sonido nos dejo muy poco por registrar, hicimos lo que pudimos.

Llegamos alrededor de las cinco de la tarde a la ciudad, algunos de mis compañeros se bajaron de los camiones antes de llegar a la escuela. Constantemente hacíamos la broma al decir que traían piedras en la mochila.

Cuando llegamos a la escuela algunos familiares ya nos esperaban. Cargados, descendimos de los camiones. El viaje había terminado.

El recuento de los daños no fue desalentador, regresamos completos, algunos magullados, una compañera fisurada, la mayoría hambrientos y con ganas de dormir.

Para mi resultó ser una experiencia enriquecedora, me cansé, me harté de mi mismo, descubrí que aún tengo condición física, aprendí muchas cosas, pero sobre todo, me di cuenta que la gran familia que tengo en la Normal Superior no la puedo, ni quiero, cambiar por nada y que se que así como ellos pueden contar conmigo, espero yo contar con ellos.

Sólo tengo una pregunta: ¿Cuándo pondrá las fotografías en las computadoras de los dormidos el profesor Armando?

lunes, 5 de enero de 2009

¿Qué es el electrón?



"¿Qué es el electrón? Los físicos lo ven, antes que nada, como a un gran criminal. Un sujeto perverso y astuto que, tras haber cometido incontables y atroces delitos, se ha dado a la fuga. Sin duda es un tipo listo, y todos los esfuerzos por localizarlo se estrellan con sus tácticas de evasión: con la preparación de un trapecista, es capaz de saltar de un lado a otro sin que nos demos cuenta; dispara impunemente contra sus enemigos cuando tratan de cercarlo; siempre tiene coartadas que oponer a las investigaciones e incluso se ha llegado a sospechar que no opera solo, sino en una enorme banda de asaltantes similares a él, o en el mejor de los casos, podría decirse que tiene un problema de personalidad múltiple. No se comporta como una sola persona, sino como una pluralidad de ellas, un enjambre de deseos y apetitos, una nube de apetitos, una nube de emociones violentas que recorre todo el espacio que tiene a su merced, alrededor de su objetivo...
Hasta hace relativamente poco, los investigadores -físicos- poseían un ordenado manual de tácticas para hallar delincuentes, escrito por un criminólogo del siglo XVIII de apellido Newton, el cual durante décadas había funcionado a la perfección para hallar y castigar a los transgresores. Por desgracia, el electrón es un criminal más astuto que sus predecesores y los métodos empleados con anterioridad no han servido de nada cuando se trata de capturarlo. Frente a él, los antiguos criminales eran bandidos menores; a diferencia de ellos, el electrón no sólo huye y desaparece, sino que al hacerlo infringe todas las leyes conocidas.
En medio de este escenario desalentador, la mecánica cuántica ha surgido como el desesperado intento de la policía por actualizar sus procedimientos para la detección de delincuentes. Este nuevo conjunto de tácticas creado por un cuidadoso y viejo detective -o un par de ellos, quizás-, tiene como objetivo primordial descubrir dónde diablos se oculta el electrón. La diferencia consiste en que, si el antiguo método trataba de localizar al criminal a partir del lugar en el cual cometió su último saqueo o su última violación, la mecánica cuántica prefiere determinar, estadísticamente, cuáles son las guaridas más probables en que el electrón decidirá esconderse una vez consumadas sus fechorías.Recordemos que se trata de un sujeto con poderes casi mágicos: en teoría, puede estar en varios lugares a la vez y sólo cuando alguien consigue discernir su figura en un callejón oscuro, por un breve instante, es posible percibir su verdadera identidad...
De cualquier modo, no hay que olvidar que el electrón siempre está preparado para ofrecer pistas falsas: nos revela su posición sin decirnos adónde se dirige, o viceversa, con el afán de confundirnos más y más. No sólo es malicioso, sino decididamente genial. A pesar de nuestros esfuerzos, apenas somos capaces de comprender sus verdaderas intenciones: nos lleva de un lado a otro sin motivo aparente, nos llena de pistas falsas y, finalmente, apenas tenemos idea de quién se encuentra detrás de sus máscaras. Justo cuando al fin creemos tenerlo a nuestra merced, se desvanece en el aire como si no existiera... Su inteligencia privilegiada pretende demostrarnos que es capaz de cometer el crimen perfecto. Nunca lograrán atraparme, parece querer decirnos mientras se escabulle tras haber cometido otro de sus horrendos crímenes.
¿Cómo atrapar a alguien así? ¿Cómo reconocerlo? ¿Cómo averiguar sus intenciones ocultas? ¿Cómo prever adónde se dirige, dispuesto a burlarnos de nuevo? ¿Cómo detener su movimiento perpetuo? No creo exagerar si digo que, en efecto, otro de los nombres del electrón podría haber sido Klingsor."

Jorge Volpi. En busca de Klingsor.

martes, 9 de diciembre de 2008

Los dioses nos siguen rigiendo



Este es el segundo borrador, ya que el primero no lo hice, de mi ensayo acerca de los nombres de los planetas.


Lo he corregido de la versión revisada, por segunda ocasión, y le he cambiado y agregado algunas cosas. Por favor, agreguen los comentarios, necesarios para que pueda enriquecer mi trabajo.



Otecentocani.






LOS DIOSES NOS SIGUEN RIGIENDO





En tiempos remotos los planetas, al igual que los astros celestiales, causaron fascinación en todas las civilizaciones, tanto así, que les pusieron nombres de deidades y hasta llegaron a adorar y a formar parte de la vida cotidiana.

Todos sabemos cuales son, pero ¿Por qué tienen esos nombres los planetas?, ¿a qué se debe?

Antes de ver de dónde viene el nombre de los planetas, debemos saber lo que es un planeta.

Según la Unión Astronómica, en su XXVI ásamela general de Praga, la definición que dieron fue:

“Cuerpo celeste que:
a) Gira alrededor del sol.
b) Tiene suficiente masa para que supere las fuerzas de cuerpo rígido
asumiendo una forma de equilibrio hidrostático (forma prácticamente
esférica).
c) Que haya despejado su órbita."

Ahora que conocemos lo que es un planeta, nos damos cuenta del porque Plutón dejó de serlo.

Una vez despejada esta incertidumbre, podemos proseguir con nuestro tema.

Mercurio.- Equivalente romano del dios griego Hermes, quien protegía a los
comerciantes y a los viajeros.

Venus.- Afrodita Para los griegos, le fue dado este nombre por su belleza.

Marte.- La cuarta piedra que gira alrededor del Sol, le fue otorgado este nombre por su
color rojo, que recuerda la sangre derramada por el dios de la guerra.

Júpiter.- La vida hace justicia, el dios padre de los dioses, Bautiza al planeta más
grande del sistema solar.

Saturno.- Crono, su equivalente griego, da su nombre al segundo planeta más grande
de los hijos del Sol.

Urano.- Hijo y esposo de Gaia (¿?) y padre de los cíclopes, los titanes y Saturno.

Neptuno.- Dios del agua, luego degradado a ser dios del mar, su equivalente griego era
Poseidón.

Aunque aquellos dioses, ahora extintos y recordados sólo como anécdotas, siguen rigiendo la vida de muchos, aunque no con su presencia, si con su nombre, sino preguntemos a todos aquellos supersticiosos, astrólogos y charlatanes que aseguran que todavía tienen poder sobre nosotros.

Los dioses del Olimpo seguirán dando su nombre por los siglos de los siglos a los planetas, porque, como dice la Doctora Julieta Fierro:

“En astronomía, los errores del pasado, los llevamos a cuestas en el presente”.

Acerca de mí

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POBLACIÓN: MENOS JODIDA QUE EN LA FRANJA DE GAZA, CHALEQUISTÁN, Mexico
Si éste blog es accidentalmente visto, induzca el vómito. Basado en las Profesías Mayas y en las de Nostradamus.